Son muy pocas veces que siento una necesidad desbordada de decir malas palabras, de gritar improperios y hasta empezar conjuros malévolos que acaben con la vida de aquellos que tanto mal han hecho en mi amado país. Siento que si, finalmente está ocurriendo, me estoy convirtiendo en lo que más detesto, Mi Enemigo!
Pero hay algo me lo impide, algo me detiene de gritar como loca diciendo todas las barbaridades que visceralmente siento cuando veo a una tal Sra. Lucena anunciar un número fantasiosos de votos que solo ocurrieron en su cabeza. Entonces ocurre: los veo a Ellos, que aparecen en el momento justo y preciso con su apoyo y sonrisa para evitar que me vuelva loca de ira, son MIS HIJOS.
Hoy amanecemos con la sensación de tener una nube negra sobre nuestros hombros, cada uno de nosotros debe buscar aquello que nos mantiene unidos a la realidad y en la medida de lo posible a la objetividad, porque es la mejor manera de ayudar positivamente a salir de esta pesadilla.
Lo sabíamos, el resultado de esa constituyente fraudulenta, era obvio, concentrémonos en eso, no esperábamos nada más, nada nuevo, nada sorprendente; sin embargo sé que la saña, la maldad, la crueldad de los organismos públicos hace que nos cueste mucho más trabajo mantenernos cuerdos para enfrentar este temporal (dentro de mí, el otro yo del doctor merengue tiene un cuchillo y está matando gente por ahí, de manera sangrienta!!!). Pero quizá mi educación, mi valores, o mi tozudez, me hacen recordar que NO, esa no es la solución, aunque tampoco sepa cuál sea.
Por eso les quiero recordar una cosa, que me está ayudando a mantener la esperanza , a creer que aquel dicho tan cliché con el titule este escrito, se puede cumplir.
Desde las elecciones mismas de 1952, donde aquel dictador se declaró presidente vitalicio de Venezuela, los partidos opositores formaron la coalición más inesperada en la historia de Venezolana (hasta ese momento); consiguiendo un consenso político tan generalizado, que con mayoría absoluta estaban determinados a conseguir un objetivo común: cambiar de gobierno. Con muchos aciertos y desaciertos llegamos a 1957, con una dictadura declarada y un país descontento (les suena?), pero como todo absolutista, aquel dictador de carácter recio (mucho más que el de ahora) decidió, en diciembre de ese año, llamar a un plebiscito fraudulento para perpetuarse en poder, plebiscito que además ganó, tan limpiamente como ganó Maduro su constituyente. Poco le duro la celebración, porque el 23 de Enero de 1958 llego a su fin la penúltima dictadura Venezolana (historia “for dummies”, discusiones profunda en otro post).
Nuestra historia actual, es diferente, tiene otros matices, otro momento global, nuevas tecnologías, pero la historia se repite, y al final parce que ser cierto que después de la tormenta llega la calma, quizá lento, quizá sin que nos demos cuenta, pero sin duda alguna llegará.
El proceso de ayer, constituye en sí mismo, es una declaración pública de dictadura, y así lo reconocen los gobiernos del mundo, no existe al día de hoy, quien pueda seguir dando barniz democrático a una situación como esta. Nadie quiere alinearse con el loco. No existe salida fácil para el dictador. Se encerró en su castillo y botó la llave. Así que mi gente, calma y cordura.
Mientras tanto a cada uno de nosotros nos toca buscar el equilibrio como mejor nos funcione.