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Lo que NO es AMOR


Amor es un tema presente en nuestro diario vivir. Aunque parezca en exceso cursi, yo estoy convencida que el amor ¡es la fuerza que mueve el mundo! Así de simple. Pero como difícil es definir el alma y apuntar con el dedo su ubicación, así de complicado es para mí conceptualizar el amor. En todo caso excusándome en mi espíritu filosófico hoy me provoca seguir buscarle las cinco patas al gato desde otra perspectiva; a ver si por descarte llego a la explicación correcta de lo que es esa fuerza maravillosa de la que no podemos prescindir.

El cabeza que queso con el que estoy casada, inspiración constante de mis escritos, de romántico tiene poco, muy poco; pero hoy, día que algunos consideran especial y que creo él asume que también es especial para mí por el hecho de ser latina (cuando no podría importarme menos, la verdad sea dicha), decidió darme un regalo en la cama, envuelto y todo. Eran apenas las 6,20 Am y al recibir mi presente le respondí con un adormecido gracias (porque mi cansado cerebro me dijo, no te pases y trágate lo que de verdad quieres decirle) me volteé y pedí por favor apagar la alarma porque quería dormir 10 minutos más. El me miró asombrado y dijo: “no vas a abrir tu regalo”, le dije “no, voy a dormir más”. Ese fue el momento en el que descubrí que contrario a lo que habría creído durante muchos años, los regalos NO SON AMOR.

Hace unos días recibí un mensaje de mi vecina infirmando que, aunque no era su problema, se sentía en la obligación de informarme (cosa que le agradezco) que mi hijo menor estaba siendo maltratado por la niñera, porque escuchaba sus gritos y llanto en toda la calle. Conociendo tan bien al personaje tuve dos reacciones simultaneas, primero, ganas de proteger a mi tesorito y luego, un segundo después, ganas de transmutarme a jalarle las orejas porque lo conozco y pensé: “qué carajo estará haciendo Bruno”. Al llamar inmediatamente a casa, mi corazón de madre no me engañaba, el pequeño angelito ofreció un espectáculo porque no le daban lo que quería. Cuando llegue a casa recibió uno de eso famosos: “tú y yo tenemos que hablar” (que me recordó tanto a mi madre) donde surgieron desde amenazas hasta reflexiones profundas sobre el comportamiento y técnicas para manejar la ira. Yo estaba bastante enojada y luego de varios minutos de discurso cuando vi que la cara de mi hijo reflejaba tanta pena y arrepentimiento, sentí que lo quise más que a nada del mundo. Así que entendí que una cara de felicidad NO SIGNIFICA AMOR, porque al final la felicidad es solo un estado de ánimo.

Si me detengo a pensar con cuidado, todavía no me queda claro si el amor es una sensación de felicidad o de tristeza, si es una fuerza estática o en movimiento o si solo depende de la edad con que se mira o la persona que lo describe; para mí el amor es un estado de paz, es lo que siento cuando en silencio me acuesto a dormir y percibo el brazo de mi esposo alrededor de mi cintura; es lo que siento cuando mi hijo mayor con solo mirarme sabe que estoy pensando en mi país y me dice, “pronto mami, pronto”; es lo que siento mientras conduzco de vuelta a casa, después de un día difícil y pensando en las cosas buenas del día, la cara de mis tres chicos se me cruza inevitablemente por la mente.

Y saben que, he concluido el amor no puede definirse, solo sentirse.


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