En una oficina un grupo de colegas celebraba la reciente graduación de un miembro del equipo, que decidió cambiar de profesión y perseguir su sueño de ser arquitecto, cuando llevaba ya diez años trabajando en algo completamente distinto.
Durante otra tertulia algunos amigos celebraban, porque alguien del grupo cambiaba radicalmente su destino laboral, para convertirle en lo que siempre habia querido ser: piloto.
Al escuchar fortuitamente esa historias, me fije en mi vecina de escritorio, una chica maravillosa que hacía una actividad diaria básicamente financiera (¡bastante aburrida!) pero que además decidió ser profesora de yoga, porque esa era su verdadera pasión. En mi cabeza inmediatamente apareció la frase: ¡que valientes!
Mis hijos son fanáticos de todos los superhéroes, ellos consideran que valiente son aquellos que intentan salvar al mundo, que matan a los malvados, que tienen superpoderes y no le temen a nada; pero para mí la valentía tiene un significado completamente distinto, para mí, es tener la capacidad de arriesgarse a hacer lo inesperado.
Ser valiente es levantarse todos los días con una sonrisa cuando el resto del mundo está de mal humor (esto he de aceptar que me a veces me cuesta); ser valiente es seguir intentándolo cuando te hacen creer que ya no puedes, ser valiente es darle la carta de renuncia a un jefe porque simplemente ya no te gusta el trabajo, a riesgo de desestabilizar tu economía; ser valiente es buscar lo que te hace feliz; ser valiente es decir la verdad cuando lo normal es mentir; ser valiente es desprenderse de todo aquello que no aporta nada positivo.
Hay por supuesto situaciones en las que es más fácil decidir ser valiente, por eso admiro profundamente a todos aquellos que optan por la opción difícil, solo por ser la correcta.
Yo, me siento especialmente valiente cuando miro a mi alrededor y veo a mi familia; porque tantas veces he querido abandonar, salir corriendo, matar a mi esposo, gritar, o todas las anteriores y aun así aquí estoy, feliz, aprendiendo a transitar sobre los problemas, a conversar, a entender, a solucionar, a madurar y a seguir sin resentimientos. Me siento valiente al escribir y compartir mis emociones con desconocidos.
Vale la pena arriesgarse a ser valientes, porque como dice André Gide “El hombre no puede descubrir nuevos océanos al menos que tenga el coraje de perder de vista la costa”
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