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A mí no me creas.

Ayer jugando con los niños, el más grande de mis criaturas en su intento por moverse con ritmo latino me preguntó: “mami bailo lindo?” y yo le dije sin pestañar: por supuesto, bailas precioso, eres un muñeco bailarín. MENTIRA COCHINA, baila espantoso, se mueve como un pato, y no tiene ni tendrá ritmo jamás, es una hecho, ha salido a su padre!.

Aunque decir mentira es un hábito satanizado, no existe poder humano que me lleve a reconocer esa pequeña falta de verdad frente a mi niño (y ustedes están obligados a no decírselo); por lo que hoy quiero me ayuden a reflexionar: es necesario decir mentiras? Y hasta donde es aceptable?.

Este no es un tema novedoso en mi cabeza, de hecho, la primera vez que me detuve largamente a meditarlo fue mientras veía una película llamada “the invention on lying” que describe un mundo donde nadie miente.. hasta que alguien descubrió el poderoso recurso de no decir siempre la verdad. Durante los primeros minutos de la película reconocí inmediatamente el mundo donde se encontraban los personajes; Los Países Bajos, donde tras la excusa de ser “honestos” te sueltan cualquier cantidad de linduras que no te apetece escuchar, como por ejemplo: “no, no me gustó tu comida”; “ese vestido esta feo” o la fase impactante que me dijo mi concuñado un día “me molesta que no te bebas la coca cola completa” (emoticón con ojos pelados). Por otro lado recibo criticas similares por parte de los cabezas de queso, que me acusan, por ser latina, de ser mentirosa recurrente, capaz de mantener una sonrisa de mejores amigos incluso ante la gente que detesto y halagar un saco de papas usado como vestido; pero y qué? Por qué tengo yo que herir los sentimientos de una persona diciendo una verdad que no tiene ninguna relevancia y que no hace feliz a nadie.

Entonces amigos, es perdonable e incluso necesario decir una mentira en el momento adecuado o es mejor recibir una verdad aunque sea brutalmente honesta?. Es obvio que existe una influencia cultural en mi comportamiento de endulzar de la realidad, sin embargo, con los cambios que trae la adaptación, he entendido en los últimos 10 años, que a veces decir tu opinión verdadera puede eliminar problemas futuros. Entonces, dependerá del interlocutor que mientras más cercano sea, más abierto estará a recibir una verdad incómoda.

Existen casos más complejos, donde, aunque la respuesta a mi interrogante parezca clara públicamente, en la soledad de mis pensamientos se materializa difuminada, así por ejemplo, si mi esposo es infiel, quiero me lo diga? Delante de él , es obvio que mi respuesta es SI por supuesto, pero conversando con mi misma, no lo tengo tan claro; lo mismo aplicaría para: si soy infiel, debería decirlo, ahí, ya mi la oscuro emite una respuesta más rápida: obvio que NO.

He concluido entonces que para mí no existe verdad absoluta sobre el uso mentira, dependerá siempre del daño que pueda causar a mi alrededor, si mi mentira puede evitar tu incomodidad o tu tristeza, posiblemente seré mentirosa compulsiva; pero si entre nosotros hay mucha confianza y los daños son necesario, de mi boquita saldrá la cruel y dura realidad.

Solo recuerda lo que dijo aquel escritor francés (Jules Renard): “ De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes.”


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