Es muy fácil para mí, como madre, esposa, y aparente mujer de negocios dejar de sentirme eficiente en algún momento de mi vida; no estoy segura, en ocasiones, si soy lo suficientemente buena en mi trabajo, en mi casa y lo más importante en mi rol de madre; pero afortunadamente existen pequeños detalles que hoy me hacen sonreír y querer brincar de alegría.
El fin de semana pasado, por primera vez mi hijo de siete años fue a dormir a casa de su mejor amigo; a mí por supuesto me costó un esfuerzo sobrehumano autorizar la cita, porque en mi país eso simplemente no se hace. Después de mucha conversación con el niño y condiciones claras de comportamiento le dije como suelo hablarle: esto es una oportunidad que te abrirá o cerrará la puerta del futuro, depende de tu comportamiento, podrás visitar a otros amigos o te quedaras encerrado hasta los 16. El punto quedo claro.
El día del regreso a casa, cuando hacia el interrogatorio respectivo: ¿cuéntame segundo a segundo que hiciste? Como se comportaron los padres, que comieron, que película vieron, etc. (cuaima al acecho), lancé un comentario inocente para hacerlo sentir cómodo, le dije: Max, que bueno que sus padres son muy cariñosos, a lo que el niño me respondió: si, pero cuando hay otras personas presentes; (emoticón ojos pelados), mis antenitas de vinil se alertaron inmediatamente y pedí explicaciones más específicas; me dice mi hijo: ah ellos son muy buenos, no se ponen bravos, son amables, pero no son como tú. A esta altura quería entender con claridad el significado de: ¿como tú? ¿Cómo me ve mi hijo?, pero la interrogante fue revelada casi de inmediato: “mami ellos no cantan ni bailan, y no vi que le dieron ningún beso a su hijo cuando tú me das mil millones de trimillonesimos (textual) de besos al día, y sabes qué? en ese día nunca escuche que le dijeron te amo.. ahh debe ser porque eres de Venezuela y estas un poco loca, pero me gusta porque, aunque te pongas brava yo sé que siempre me amas.” (todavía sonrío al escribirlo).
Hasta que mis hijos tengan 80 años no sabré a ciencia cierta si hice o no un buen trabajo como madre, pero esta pequeña señal me hace querer aplaudirme a mí misma, DE PIE, si, no puedo evitarlo, estoy orgullosa. Orgullosa que sepa que lo amo incondicionalmente, orgullosa porque a pesar de haberme adaptado a un país distinto, mantengo las cosas maravillosas de mi cultura, orgullosa porque él sabe valorar lo que tiene, orgullosa porque es un niño seguro, orgullosa porque confía en mí, orgullosa porque es niño feliz con su mama que está loca.
Cuando ustedes tengan en algún momento dudas sobre su trabajo de madre, las invito a preguntarle a sus hijos, te darán sin duda alguna la mejor respuesta posible, que te hará querer aplaudirte, porque no existe mayor satisfacción que aquel cumplido que se hizo de manera tan espontanea, que nunca pretendió serlo. Vamos a fijarnos en los pequeños detalles, porque estoy segura que son muchas más las cosas que estamos haciendo bien!, aunque no nos demos cuenta.
Feliz fin de semana!