Crecí en un barrio clase media donde la educación infantil tenía su base teórica en los refranes populares y las enseñanzas de las abuelas; donde a falta de master y doctorado existía el manual de Carreño como modelo de comportamiento y convivencia y en caso extremo, existía la muy popular chancleta para corregir conductas inadecuadas.
Imagino que esos años forjaron mi carácter, y ayudaron en buena parte a construir la persona que soy, pero no puedo determinar qué hecho(s) especifico (s) me hicieron en mayor o menos cantidad una persona alegre, gruñona, educada o grosera, fueron al fin y al cabo un compendio de actuaciones. Hay, sin embargo, una frase que hasta el día de hoy marca mi vida, ha sido el “motto” de mi madre y me lo transfirió a mí, no creo que por gusto sino por incepción (me lo metió en la cabeza de tanto repetirlo) y de eso les quiero conversar hoy. No existe comportamiento de mi vida (excepto con el cabeza de queso cuando pierdo los papeles), donde no aplique el principio Mildreciano (en Honor a mi madre) que dice: “el que actúa bien, siempre le va bien”.
Esa frase corta y básica, está tan metida en mis venas que no me detengo frecuentemente a valorarla con la importancia que merece, pero hoy quiero reflexionarlo con ustedes.
Cuando llegué a este país, y me encontraba con personas que hablaban mí mismo idioma, me sentía tan agradecida, que invitaba a todo el mundo a casa, tenía esa cordialidad inocente del recién llegado, del que quiere hacer amigos, de no sentirse solo; sin embargo con el tiempo me fui dando cuenta que no porque tengamos una cultura en común, somos necesariamente compatibles y ahí conocí personas buenas pero con intereses distintos; fue también donde me percate de las personas que no son necesariamente malvadas pero tienen una energía simplemente negativa, esas personas que todo lo ven oscuros, nunca les ocurre nada bueno y son excesivamente sucedidos (tienen atracción a las calamidades).
La enseñanza colateral directa de obrar bien, es que sin darte cuenta te conviertes en una persona positiva y tal cual efecto mariposa, la actitud positiva ante la vida solo trae beneficios, y una invalorable paz mental.
Solo para fines científicos, observo con ojos chismosos a las personas que poseen la actitud contraria, aquellos que no obran con bondad, que se sienten inconformes con todo (aunque nada les falta) y ansían sinceramente lo que tiene el otro, son reconocibles fácilmente, por sus comentarios oscuros, bien hacia ellos mismo o hacia ti. No siempre los identifico fácilmente, pero quiero compartir con ustedes (con fines educativos) las 5 frases que me hacen reconocer a una persona negativa:
“Claro, lo que pasa es que tu estas bien porque tu marido es holandés”; (WTF = negativo pendejo)
“No, a mí no me contratan en ningún lado” “es que yo no soy capaz de hacer eso” “es que no puedo salir con este clima, así no se puede vivir” (negativo victima)
“si, pero es que tu encontraste trabajo cuando ya había pasado la crisis”, (negativos inocentes)
“si claro, quien no tiene un carro con un trabajo así”, (envidioso comedido)
“ayyy, pero tu cuanto ganas que te fuiste a ese país de vacaciones?” “ya quisiera yo llevar la vida que llevas tu”. (envidioso muy peligroso)
Si usted ha recibido alguno de esos comentarios (o similares) corra, apártese, cierre la puerta y no deje entrar a esas personas negativas a su vida, porque no importa si tiene el arcoíris en la nariz, siempre lo ven todo negro y cada vez que entran a su casa hace que se le mueran las plantas!! (hecho comprobado).
Yo, prefiero quedarme con la frase del señor Churchill; “La actitud es una pequeña cosa que marca una gran diferencia”