Cuando tenía entre 8 y 12 años de edad, había para mí una señal inequívoca de adultez en una mujer: las uñas y los labios rojos. Cada vez que veía a mis tías, abuela, madre o cualquiera, caminando con ese color en su cuerpo, la primera idea que cruzaba mi mente era: ¡una mujer adulta!, obviamente no me pasaba por la cabeza todas las inevitables responsabilidades que vienen con el derecho tener los labios sexis.
Algunos años después, aquí estoy con el bien ganado derecho de pintarme los labios del color que me da la gana, sin que me importe demasiado la gente que pueda voltear a mirarme y con la libertad de convertirme en todas las personas que quiera sin detenerme a pensarlo; y por eso hoy mi reflexión va dedicada a nosotras, las mujeres mayores de 35.
Es obvio que los años pasan volando, un día estas en la universidad (para evocar un recuerdo cercano) y luego te despiertas, con casa, hijos, marido, trabajo y cuentas que cubrir; pero una vez se logra un poco de estabilidad en la rutina diaria, llega la añorada libertad, eso que creo que tenemos en común una gran mayoría de mujeres al entrar en los 30’s. Es esa eterna sensación de que, aunque estés siempre ocupada, con problemas, con niños y ganas dormir, eres libre de mandarlo a todo y todos a la mierda (perdón por el francés), esa es una certeza absolutamente liberadora porque aunque la frase nunca llegue a materializarse, solo la fantasía de poder hacerlo es terapéutica.
Nosotras las treintañeras plus, podemos por ejemplo: vestirnos como nos dé la gana, porque tenemos conocimiento de nuestro cuerpo, límites y presupuestos; yo por ejemplo disfruto cambiando de estilo por semana, de princesa a cortesana en medio día, y como me divierto!; podemos además decir NO, sin inmutarnos y sin ningún remordimiento, porque sabemos lo que nos gusta y no estamos para tontería (ya nos queda claro que el tiempo pasa muy rápido y no hay que perderlo); podemos aceptar críticas y evaluarlas dependiendo de quien venga; además en la mayoría de los casos, tenemos libertad financiera; somos mamás, esposas, profesionales y MILF … (bueno eso me lo dice el cabeza de queso) .
Ahora cuando alguien me hace algún comentario desagradable, puedo decir una lindura a mi interlocutor con la sonrisa en mis labios rojos; puedo usar tacones de 12 cm o ir descalza si me apetece
Maravillosamente también he aprendido a mis 35 a quererme y apreciarme como soy, a escuchar, a no sacar juicios apresurados, a que no todas las cosas son blancas o negras, a llorar sin remordimiento y a disfrutar de un buen baile como si nadie estuviera mirando.
Puedo asegurar, sin miedo a equivocarme, que a partir de los 35, los enemigos externos se acabaron (o son muy pocos), ya no tienen tanto peso en nuestras vidas, porque al final la opinión más importante viene de la persona reflejada en el espejo, así que mantén el tuyo siempre lo más limpio posible.
Señoras este fin de semana ejerciten su derecho a ponerse los tacones y pintarse los labios de rojos!